Published on 11/24/2017 by Presbyterians Today magazine blog: One Church, Many Voices
by Magdalena I. García
A mural of a double-eyed face in Chicago’s Pilsen neighborhood invites us to
consider the double standards in our world which the Gospel denounces. / Un
mural de un ser con ojos dobles en el vecindario de Pilsen, en Chicago, nos
invita a considerar los dobles estándares en nuestro mundo que el Evangelio denuncia.
And the king will answer them, ‘Truly I tell you, just as you did it to one of the least of these who are members of my family, you did it to me.’ – Matthew 25:40
Read the full lectionary passage here
“I was hungry and you gave me food,”
Jesus said.
Hungry,
like the millions of working poor in our world
who lack nutritious food,
while grain monopolies
and food wastage
continue to grow.
“I was thirsty and you gave me something to drink,”
Jesus said.
Thirsty,
like the millions of working poor in our world
who lack safe drinking water,
while the contamination of seas, lakes and rivers
continues to grow.
“I was a stranger and you welcomed me,”
Jesus said.
A stranger,
like the millions of working poor in our world
who lack adequate protection,
while forced displacement
and the criminalization of migrants
continue to grow.
“I was naked and you gave me clothing,”
Jesus said.
Naked,
like the millions of working poor in our world
who lack fair wages,
while multinational corporations
that kill local economies
continue to grow.
“I was sick and you took care of me,”
Jesus said.
Sick,
like the millions of working poor in our world
who lack basic health care,
while medical technology
and health-industry profits
continue to grow.
“I was in prison and you visited me,”
Jesus said.
In prison,
like the millions of working poor in our world
who are detained and incarcerated,
while the violation of human rights
and the propagation of private prisons
continue to grow.
Forgive us, God of the least of these,
for our eagerness to classify our brothers and sisters,
and to judge them with a double standard
for circumstances beyond their control,
while we hoard the goods
that you intended to be shared
and engage in practices
that wreak havoc in your world.
Remind us, God of the poor
whom Jesus fed, healed and liberated,
that it is by attentiveness to those who are suffering
that we honor your image and your ways,
and that we attain the abundant life
that you desire for all your creatures
since the foundation of the world.
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“Un doble estándar”
Un recurso para la liturgia dominical del 26 de noviembre
Publicado el 11/24/2017 por el blog de la revista Presbyterians Today: One Church, Many Voices
por Magdalena I. García
Y el Rey les responderá: ‘De cierto les digo que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más pequeños, por mí lo hicieron’. – Mateo 25:40
Lea el pasaje completo aquí
“Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer”,
dijo Jesús.
Hambriento,
como los millones de trabajadores pobres
en nuestro mundo
que no tienen alimentos nutritivos,
mientras que los monopolios de semillas
y el desperdicio de comida
siguen aumentando.
“Tuve sed, y me dieron de beber”,
dijo Jesús.
Sediento,
como los millones de trabajadoras pobres
en nuestro mundo
que no tienen agua potable,
mientras que la contaminación
de los mares, lagos y ríos
sigue aumentando.
“Fui forastero, y me recibieron”,
dijo Jesús.
Forastero,
como los millones de trabajadores pobres
en nuestro mundo
que no tienen protección adecuada,
mientras que el desplazamiento forzado
y la criminalización de migrantes
siguen aumentando.
“Estuve desnudo, y me cubrieron”,
dijo Jesús.
Desnudo,
como los millones de trabajadoras pobres
en nuestro mundo
que no tienen una paga justa,
mientras que las corporaciones multinacionales
que matan la economía local
siguen aumentando.
“Estuve enfermo, y me visitaron”,
dijo Jesús.
Enfermo,
como los millones de trabajadores pobres
en nuestro mundo
que no tienen cuidado de salud básico,
mientras que la tecnología médica
y las ganancias de la industria de la salud
siguen aumentando.
“Estuve en la cárcel, y vinieron a visitarme”,
dijo Jesús.
Encarcelado,
como los millones de trabajadoras pobres
en nuestro mundo
que no están detenidos y encarcelados,
mientras que la violación de los derechos humanos
y la propagación de las prisiones privadas
siguen aumentando.
Perdónanos, Dios de los más pequeños y las más pequeñas,
por nuestro afán de clasificar
a nuestros hermanos y hermanas,
y de juzgarles con un doble estándar
por circunstancias que están fuera de su control,
mientras que acaparamos los bienes
que tu pretendes compartamos
y adoptamos prácticas
que causan estragos en tu mundo.
Recuérdanos, Dios de los pobres
a quienes Jesús alimentó, sanó y liberó,
que es al prestar atención a las personas que sufren
que honramos tu imagen y tus caminos
y que alcanzamos la vida abundante
que tú deseas para todas tus criaturas
desde la fundación del mundo.
© Magdalena I. García
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