Símbolo
del movimiento #PuertasAbiertas que inundó las redes sociales tras los ataques
terroristas en París, ofreciendo información sobre albergue para los afectados.
Oración escrita por Laurie Ann Kraus, coordinadora de Asistencia Presbiteriana tras Desastres y publicada en inglés por el Servicio de Noticias Presbiteriano y la revista Presbyterian Outlook, el 13 de noviembre de 2015. Traducción de Magdalena I. García.
Dios
de misericordia, cuya presencia nos sostiene en cada circunstancia, en medio de
la violencia que se ha desencadenado y la secuela de terror y pérdida, buscamos
el poder estabilizador de tu amor y tu compasión.
En
estos días de peligros y divisiones atemorizantes, necesitamos de alguna manera
creer que tu reino de paz, en el cual todas las naciones y tribus y lenguas
habitarán en paz, todavía es una posibilidad.
Danos
esperanza y valor para que nuestra humanidad no se rinda ante el temor, incluso
en estos días interminables en que moramos en el valle de la sombra de muerte.
Oramos
por nuestros vecinos en París, en Beirut, en Bagdad, quienes en medio de la dicha
de la vida cotidiana—mientras trabajaban o jugaban—fueron asaltados
violentamente y sus vidas fueron cortadas de forma inmisericorde. Somos
rehenes del miedo, atrapados en un creciente ciclo de violencia cuyo fin no
podemos divisar.
Abrimos
nuestros corazones con ira, tristeza y esperanza. Concede que tanto las
personas que se salvaron como aquellas cuyas vidas han sido alteradas para
siempre puedan hallar solaz, sostén y fuerza en los días de recuperación y
reflexión que se avecinan. Damos gracias por las personas desconocidas que
consuelan a los heridos y que reciben a los extraños varados, y por el personal
de primeros auxilios que corrió hacia el sonido de los disparos y se adentró en
el humo y el fuego de los sitios bombardeados.
Una
vez más, Santo Dios, clamamos, ¿hasta cuándo, oh Señor? Pedimos perdón por la
manera en que hemos tolerado la enemistad y soportado las culturas de violencia
con fatigada resignación. Lamentamos la continua erosión del tejido de nuestra
vida común, la realidad del miedo que deforma el bien común. Oramos con tristeza,
recordando las vidas que se han perdido o que han sido mutiladas, en cuerpo y
espíritu.
Pedimos
tu valor sustentador para quienes están sufriendo; tu sabiduría y diligencia para
las agencias globales y nacionales y para las personas que evalúan las amenazas
y dirigen los esfuerzos de socorro; y pedimos que nuestra ira y nuestro dolor
se unan en servicio para el establecimiento de un reino de paz, donde el león y
el cordero puedan habitar juntos, y donde el terror no tenga incidencia en
nuestra vida común.
En
estos días de conmoción y aflicción, abre nuestros ojos, nuestros corazones y
nuestras manos al movimiento de tu Espíritu, que fluye en nosotros como el río
cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios y en los corazones de todas las
personas que habitan en ella y en ti.
Oramos
en el nombre de Cristo, nuestro Sanador y nuestra Luz. Amén.
%%%
No comments:
Post a Comment