First published on 9/15/15 by PresbyteriansToday magazine blog: One Church, Many Voices
A nativity from Ecuador reminds us that God often
comes in the stranger, the one we refuse to let in. mig / Un nacimiento de
Ecuador nos recuerda que Dios a menudo viene en la persona extraña, aquella que
rehusamos dejar entrar. mig
The quiet ones, the still ones,
the ones with clean hands and dry feet.
Let them in!
The noisy ones, the moving ones,
the ones with dirty hands and muddy
feet.
Let them in!
The older ones, the stronger ones,
the ones with healthy bodies and firm
voices.
Let them in!
The younger ones, the weaker ones,
the ones with sickly bodies and feeble
voices,
Let them in!
The white ones, the blonde ones,
the ones with light skin and straight
hair.
Let them in!
The black ones, the brunette ones,
the ones with dark skin and wiry hair.
Let them in!
The affluent ones, the upper class,
the ones with secure housing and savings
in the bank.
Let them in!
The poor ones, the lower class,
the ones with transient housing and Link
card[i] in hand.
Let them in!
The married ones, the engaged,
the ones in conventional courtships and
traditional families.
Let them in!
The single ones, the divorced,
the ones in committed relationships and
alternative families.
Let them in!
The native ones, the naturalized,
the ones with valid passports and a
promising future.
Let them in!
The alien ones, the undocumented,
the ones with expired visas and an
uncertain future.
Let them in!
Open the doors, welcome all people,
invite them into the community
without distinctions,
knowing that God has embraced them.
Open your arms, welcome all people,
invite them into your circle
without conditions,
remembering that God comes with them.
Let them in! Let God in!
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“Déjenlos entrar”
Una reflexión basada en Marcos 9:30-37, un recurso para la liturgia dominical
Publicada originalmente 9/15/15 por el blogde la revista Presbyterians Today: One Church, Many Voices
por Magdalena I. García
Los callados, los tranquilos,
los que tienen las manos limpias y los
pies secos.
¡Déjenlos entrar!
Las ruidosas, las inquietas,
las que tienen las manos sucias y los
pies enlodados.
¡Déjenlas entrar!
Los mayores, los más fuertes,
los de cuerpos saludables y voces
firmes.
¡Déjenlos entrar!
Las menores, las más débiles,
las de cuerpos enfermizos y voces
débiles.
¡Déjenlas entrar!
Los blancos, los rubios,
los que tienen la piel clara y el pelo
lacio.
¡Déjenlos entrar!
Las negras, las morenas,
las que tienen la piel oscura y el pelo
crespo.
¡Déjenlas entrar!
Los ricos, los de clase alta,
los que tienen vivienda estable y
ahorros en el banco.
¡Déjenlos entrar!
Las pobres, las de clase baja,
las que tienen vivienda transitoria y la
tarjeta Link[ii] en la mano.
¡Déjenlas entrar!
Los casados, los comprometidos,
los que tienen noviazgos convencionales
y familias tradicionales.
¡Déjenlos entrar!
Las solteras, las divorciadas,
las que tienen relaciones comprometidas
y familias alternativas.
¡Déjenlas entrar!
Los nativos, los naturalizados,
los que tienen pasaportes válidos y un
futuro prometedor.
¡Déjenlos entrar!
Las extranjeras, las indocumentadas,
las que tienen visas expiradas y un
futuro incierto.
¡Déjenlas entrar!
Abran las puertas, reciban a toda la
gente,
invítenla a la comunidad
sin distinciones,
sabiendo que Dios la ha acogido.
Abran sus brazos, reciban a toda la
gente,
invítenla a su círculo
sin condiciones,
recordando que Dios viene con ella.
¡Déjenla entrar! ¡Dejen a Dios entrar!
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