Saturday, August 27, 2016

“Banquet tips” / “Consejos para banquetes”

A resource for Sunday’s liturgy based on Luke 14:1-14 

Pitchers ready for a Maundy Thursday fooswashing ceremony. mig / Jarras listas para un servicio de lavado de pies en Jueves Santo. mig

by Magdalena I. García

we dress the table with fine linen
white, embroidered and pressed
or display multicolor weavings 
from the Far East or the Southwest;
we shine the silverware 
until it’s free of tarnish and stains
or use ceramic pieces 
of various colors, sizes and shapes;
we cut the sliced bread 
into perfect, little squares
or buy a gluten-free loaf 
at the local market for all to share;
we fill the individual cups 
and wipe off any droplets spilled
or provide a pitcher with grape juice 
and an extra bottle with refills;
and then we gather in the sanctuary, 
staring at the empty pews
reading prayers, singing hymns, 
but feeling a little blue

why don’t they come?, 
we ask ourselves in consternation
and in Pharisaic style 
accuse the absentees of lacking devotion;
then we turn to the Gospels 
seeking relief from our dismay
and find the formula for hospitality 
according to Jesus’ way:

imagine a church
devoid of pomp and circumstance
where folks come as they are
and freely gather to celebrate
the gift of life with song and dance

imagine a church
devoid of pride and division
where folks embrace outcasts
and humbly seek to promote
a genuine spirit of inclusion

imagine a church
devoid of greed and competition
where folks share resources
and equitably agree to allocate
common assets and acquisitions

imagine a church
with a seating chart in the round
where dissonant voices are welcome
and children of all colors
gather in the playground

imagine a church
with a guest list full of strangers
whose names we can’t pronounce
and doors open for neighbors
whom society considers a danger

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“Consejos para banquetes”

Un recurso para la liturgia dominical basado en Lucas 14:1-14

por Magdalena I. García

vestimos la mesa con lino fino
blanco, bordado y bien planchado
o exhibimos tejidos multicolor 
del Oriente, el Sudoeste u otros lados;
brillamos la platería 
hasta librarla de manchas e imperfecciones
o usamos piezas de cerámica 
de varios tamaños, formas y colores;
cortamos el pan de molde 
en perfectos cuadraditos
o compramos una hogaza en el mercado local 
para repartir en trocitos;
llenamos las copitas individuales 
con cuidado para no derramar
o proveemos una jarra con jugo de uva 
y una botella extra para rellenar;
y luego nos reunimos en el santuario 
a contemplar las bancas vacías
leyendo oraciones, cantando himnos, 
pero sintiendo melancolía

¿por qué no vienen?, 
nos preguntamos con consternación
y con tendencia farisaica 
acusamos a los ausentes de falta de devoción;
entonces vamos al Evangelio 
buscando alivio para nuestro pesar
y hallamos la fórmula de hospitalidad 
que Jesús se atrevió a encomendar:

imagínense una iglesia
desprovista de pompa y solemnidad
donde la gente viene tal como es
y se congrega libremente para celebrar
el don de la vida con sencillez y felicidad

imagínense una iglesia
desprovista de orgullo y división
donde la gente recibe a los marginados
y humildemente procura promover
un genuino espíritu de integración

imagínense una iglesia
desprovista de avaricia y competencia
donde la gente comparte los recursos
y equitativamente acuerda consignar
los bienes comunes y la afluencia

imagínense una iglesia
con un plano de asientos circular
donde se admitan las voces discordantes
y niños y niñas de todos los colores
puedan en el patio jugar

imagínense una iglesia
con una lista de invitados llena de extraños
cuyos nombres no sabemos pronunciar
y las puertas abiertas para los vecinos
que la sociedad considera hacen daño

© Magdalena I. García

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