Mi madre, Migdalia, dándole el toque maestro a una carne asada en
enero pasado.
por Magdalena I. García
Hoy hace un mes, mamá, te estabas yendo:
días en cama, sin probar bocado,
tu respiración iba decayendo,
tu cuerpo inmóvil, tus ojos cerrados.
Junto a tu lecho vigilia guardamos:
con música suave y vela encendida,
en silencio tu rostro contemplamos,
aguardando la hora de tu partida.
No obstante, tengo la dulce sensación
de que tú, en verdad, no te has marchado:
estás junto al fogón, en mi sofrito,
en la olla Hitachi y la de presión,
y en la yuca con ajo machacado;
tu sazón nos transporta al infinito.
© Magdalena I. García
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