Tuesday, October 21, 2014

“Extiende la carpa”


Portada del libro que cuenta la historia de Malala, una joven cuya vida tiene paralelos con la historia de la mujer cananea o sirofenicia.

Reflexión de la clausura del Encuentro Regional VII
Mujeres Hispanas Latinas Presbiterianas 
Sínodo de Boriquén en Puerto Rico 
Octubre 17-19, 2014 - Aguadilla

Por Magdalena I. García
 
Mateo 15 Reina Valera Contemporánea (RVC)
La fe de la mujer cananea
21 Cuando Jesús salió de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón.
22 De pronto salió una mujer cananea de aquella región, y a gritos le decía: «¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! ¡A mi hija la atormenta un demonio!»
23 Pero Jesús no le dijo una sola palabra. Entonces sus discípulos se acercaron a él y le rogaron: «Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros.»
24 Él respondió: «Yo no fui enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.» 25 Entonces ella vino, se postró ante él, y le dijo: «¡Señor, ayúdame!»
26 Él le dijo: «No está bien tomar el pan que es de los hijos, y echarlo a los perritos.»
27 Ella respondió: «Cierto, Señor. Pero aun los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.»
28 Entonces, Jesús le dijo: «¡Ah, mujer, tienes mucha fe! ¡Que se haga contigo tal y como quieres!» Y desde ese mismo instante su hija quedó sana.

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INTRODUCCIÓN

El 9 de octubre de 2012 por la tarde, una niña de 15 años salió de la escuela como cualquier otro día y se subió al autobús que la esperaba a la salida. El viaje era corto, un camino que se podía hacer fácilmente a pie: había que pasar un descampado donde los niños suelen jugar al criquet y luego bordear la rivera del río hasta llegar a la casa.

Iba sentada, charlando con su amiga Moniba, pensando en los exámenes que había rendido y en los que tenía aún por delante, cuando notó algo inusual. La carretera parecía desierta.

Momentos más tarde, a unos noventa metros de la escuela, dos hombres pararon al autobús y preguntaron quién era Malala. Ella no se acuerda de cómo eran, pero su amiga Moniba sí, y dice que parecían dos estudiantes universitarios.

Moniba pensó que eran dos periodistas que querían entrevistar a su amiga famosa. Aunque Malala escribía un blog anónimo para el Servicio Urdu de la BBC donde hablaba de sus miedos y esperanzas de poder seguir yendo a la escuela, no dudaba en expresar públicamente sus opiniones sobre el derecho de las mujeres a la educación y había participado en un programa de televisión nacional en el que habló con valentía sobre el tema.

Pero rápidamente Moniba se dio cuenta de que se trataba de otra cosa: la mirada de Malala traslucía temor.

Los hombres comenzaron a disparar. Las dos niñas que estaban sentadas al otro lado de Malala —Shazia Ramzan y Kainat Riaz— también resultaron heridas. “Escuché los disparos y luego vi mucha sangre en la cabeza de Malala”, rememora Kainat. “Cuando vi toda esa sangre sobre Malala, me desmayé”.

Pasaron diez minutos hasta que alguien se acercó a ayudar las niñas aterrorizadas. En ese momento, nadie se hubiese imaginado que el Talibán podría atacar a una niña. En 2012, los peores días del Talibán ya habían pasado en la región de Swat. “La vida seguía su curso normal para la gente normal. Pero para quienes expresaban su opinión, era un momento peligroso”, dice Malala.
Y ella no se quedaba callada.

El mundo reaccionó con horror. Su padre, Ziauddin Yousafzai, se preparó para lo peor. Mientras acompañaba a su hija en el helicóptero que la trasladaba de urgencia desde el Valle de Swat a un hospital militar en Peshawar, le pedía a sus familiares que iniciaran los preparativos para el funeral.

Después del incidente y de ser hospitalizada en Peshawar primero y luego en Islamabad, Malala despertó de un coma inducido a mediados de octubre en Birmingham, Inglaterra. “Abrí los ojos y lo primero que vi fue que estaba en un hospital. Veía médicos, enfermeras. Le agradecí a Dios por haberme dado una nueva vida”.

Contra todo pronóstico, su recuperación fue asombrosa, un tributo no sólo a la calidad del cuidado que recibió sino, según dicen los médicos, a su propia resistencia y determinación.

En menos de un año Malala se convirtió en un fenómeno global. Tras una serie de operaciones para restituir su capacidad auditiva en uno de sus oídos y para reconectar un nervio facial que le devolviese el movimiento a una parte de su rostro, Malala dio un paso crucial que demostró en qué medida había superado el incidente del autobús.

Malala celebró su 16 cumpleaños con un discurso frente a una asamblea de jóvenes en la sede central de Naciones Unidas en Nueva York. Allí, ante una multitud que la ovacionó de pie, dijo: “Un niño, un maestro, un libro, un lápiz pueden cambiar el mundo”.

Y hace apenas una semana, el 10 de octubre del 2014, Malala Yousafzai fue condecorada con el Premio Nobel de la Paz, convirtiéndose así en la ganadora más joven de este premio.[1]

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La lectura del evangelio de hoy también nos presenta la insólita historia de una mujer arriesgada que reta los límites establecidos por su cultura en busca de la protección de los más pequeños.

Al comienzo de la narración, Jesús intenta escapar quizás en busca de un merecido descanso tras una serie de discursos y actos de sanidad. Así que Jesús se aleja de Galilea y se va más al norte, a la región de Tiro y Sidón, en lo que hoy en día es el Líbano.

Tiro y Sidón eran ciudades fenicias más allá de la frontera norte de Israel. La gente de estas regiones adoraban dioses fenicios. Y como no eran judíos, eran considerados paganos.

Al entrar Jesús en Tiro y Sidón una mujer se le acerca. Marcos 7 incluye esta misma historia y allí se nos dice que la mujer era sirofenicia, mientras que Mateo dice que era cananea. Esta zona de Asia Occidental se conocía también como Canaán. Quizás debido a que la audiencia de Mateo era más judía estaría familiarizada con la enemistad entre judíos y cananitas.

La mujer cananea se le acerca a Jesús dando gritos que no son de júbilo, sino de angustia, debido a que su hija está enferma, “atormentada por un demonio” (según Mateo) o poseída por “un espíritu inmundo” (según Marcos). Hoy en día sabemos, sin embargo, que esto sólo significa que su hija estaba muy enferma, afligida por una padecimiento desconocido para la gente del primer siglo, posiblemente algún tipo de desorden mental.

A primera vista, esta historia parece ser una típica narrativa de los evangelios. Jesús entra a una ciudad o región y la multitud lo sigue. Algunos quieren oír sus historias, otros quieren ser alimentados, y muchos quieren ser sanados. Pero al examinar más de cerca el texto, notamos algunos aspectos inusuales.

Por ejemplo, la historia incluye cuestiones de género. Bajo la ley judía y la cultura de Palestina en el primer siglo, las mujeres eran ciudadanas de segunda clase. Las mujeres tenían prohibido hablar con gente extraña o dirigirse a los hombres en público. Y hay también en la historia matices étnico-raciales. Tal y como ya señalamos, la mujer no es judía. Es cananea o sirofenicia; es decir, es pagana y miembro de una nación enemiga.

Entonces, ¿por qué razón una mujer extranjera se atreve a acercarse a Jesús en público y a pedirle ayuda? Obviamente, esta mujer está desesperada. Quizás ya no tenía a dónde acudir. Pero queda claro que ella ha oído hablar de Jesús, que sabe de su ministerio...con TODA CLASE de gente,   que sabe de su hospitalidad...hacia TODA CLASE de gente, que sabe de su misericordia... para con TODA CLASE de gente.

Hagamos una pausa aquí y pensemos en esto por un momento, porque es un aspecto importante de la historia.
           
El hecho de que la cananea—una mujer extranjera—se acercara a Jesús pidiendo ayuda a gritos nos dice mucho sobre la popularidad y compasión de Jesús. En contraste, el hecho de que poca gente hoy en día—mucho menos los rechazados por la sociedad—se aparece en el umbral de un templo pidiendo ayuda a gritos dice mucho sobre la irrelevancia y la indiferencia de la iglesia.

Esta es una verdad difícil de escuchar, pero es parte de lo que la historia nos invita a ponderar. ¿Por qué no está la gente agolpada en nuestra puerta pidiendo ayuda a gritos? ¿Qué clase de reputación tiene la iglesia en nuestras comunidades, en nuestras ciudades y en el mundo? ¿Qué hace falta para que la iglesia se convierta un centro vital de ayuda y esperanza? ¿Qué cambios lograrían que la gente, al mencionar la iglesia o acercarse a ella, lance gritos de júbilo?
           
LA REACCIÓN DE LOS DISCÍPULOS
El segundo aspecto de la historia que les invito a considerar es la recepción—o más bien la falta de acogida—que la mujer recibe por parte de los discípulos.

Los discípulos no quieren que nadie los moleste con problemas ajenos, así que le dicen a Jesús: Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros”.

Esta respuesta en verdad no nos sorprende. Es lo mismo que los discípulos dijeron cuando Jesús les pidió que alimentasen a la multitud: “Despide a toda esta gente”. (Mateo 6:15) Y del mismo modo los discípulos reprendieron a quienes llevaron niños y niñas ante Jesús para que éste los bendijera. (Mateo 19:13-15)

De modo que por todos los rincones de los evangelios, oímos el eco de los discípulos que dice: “Que se vayan” ... “Despídelos” ... “Repréndelos” ... “Fuera” ... (¡Pareciera que trabajan para el Chacal de la trompeta!)

Y yo me pregunto, ¿acaso nosotras de vez en cuando nos sorprendemos repitiendo estas mismas frases? ¿Cuándo las decimos? ¿A quién se las decimos? ¿De quién las decimos? ¿Cómo las decimos? ¿Por qué las decimos? ¿Y en nombre de quién las decimos?

LA REACCIÓN DE JESÚS
El tercer aspecto de la historia que les invito a considerar es la reacción mixta  que la mujer recibe por parte del mismo Jesús. ¡Esto sí que es una gran sorpresa! ¡Y es el aspecto más raro y perturbador de la historia!

Repasemos de nuevo la historia prestando atención a las respuestas de Jesús. 

Primero, Jesús no le hace caso:
                23 Pero Jesús no le dijo una sola palabra.

Segundo, Jesús la rechaza:
                24 «Yo no fui enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.»

Tercero, Jesús la insulta:
                26 «No está bien tomar el pan que es de los hijos, y echarlo a los perritos.»        

Y finalmente, gracias a su persistencia, Jesús la acepta:
                28 «¡Ah, mujer, tienes mucha fe! ¡Que se haga contigo tal y como quieres!»

¡Esto parece increíble! No estamos acostumbradas a ver esta cara tan humana de Jesús. Nos asusta ver este lado tan oscuro de Jesús. Y, sin embargo, si Jesús fue plenamente humano, ¿por qué habría de ser der de otro modo?

La belleza de los Evangelios es que nos dan destellos del ministerio de Jesús y la comunidad primitiva de sus seguidores, y nos muestran como su mentalidad estaba libre de los dogmas que más tarde fueron adoptados por la iglesia.

Siglos después de que estas narrativas se compartieron y escribieron, la iglesia debatiría la naturaleza y la persona de Jesús en múltiples concilios y establecería definiciones dogmáticas. Por ejemplo, en el Concilio de Calcedonia, en el 451 e.c., se fijó el dogma mantenido por la Iglesia ortodoxa (la rama oriental) y la Iglesia católica (la rama occidental) según el cual en Cristo existen dos naturalezas, la divina y la humana, “sin separación” y “sin confusión”. Ésta es la cristología oficial que tenemos hasta el día de hoy.
                       
Pero al leer los evangelios, nos damos cuenta de que todavía no estamos en la era dogmática; todavía no hay cristología.

El evangelio de Mateo, al menos en este instante, al menos por un momento, nos muestra un Jesús que es plenamente humano y plenamente judío, y que está prejuiciado en contra de las mujeres y los extranjeros.

El evangelio de Mateo, al menos en este instante, al menos por un momento, nos muestra un Jesús que está atrapado en la cultura de su época y que se comporta como un patán sexista y racista.

El evangelio de Mateo, al menos en este instante, al menos por un momento, nos muestra un Jesús que necesita ser retado por los marginados y quien, a Dios gracias, es sensible ante sus reclamos.

El evangelio de Mateo, al menos en este instante, al menos por un momento, nos muestra un Jesús que está siendo transformado, por el Espíritu Santo y por los ladridos de una perrita que no es de raza fina, incluso a medida que él mismo predica la transformación.

De modo que Mateo nos muestra un Jesús que está en evolución. ¡Y esto sí que es buena noticia! ¡Eso quiere decir que hay esperanza para ti, para mi y para la iglesia, ya que nosotras también estamos en evolución! Y por la gracia de Dios, nuestros oídos se abren y oímos desde afuera los ladridos de la gente que quiere que abramos  la tienda...para poder gritar de júbilo.

El Evangelio en esta mañana nos invita a hacernos esta pregunta: ¿Por qué valen menos unas vidas que otras? ¿Por qué valía menos la vida de la mujer cananea o sirofenicia para la comunidad de Jesús? ¿Por qué valía menos la vida de Malala para los talibanes?

Y el Evangelio nos invita a considerar la respuesta que damos a las personas menospreciadas a nuestro alrededor. Y el Evangelio nos invita a reconsiderar la respuesta que damos a las personas marginadas a nuestro alrededor. ¿Les diremos... “que se vayan” ... “despídelos” ... “repréndelos”...?¿O les diremos... “que se queden” ... “que se acerquen” ... “que se sirvan” ...”
                       
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CONLCUSIÓN

El 12 de julio de 2013, el día que cumplía 16 años,   Malala Yousafzai presentó un discurso por la educación de los niños y las niñas ante las Naciones Unidas. He aquí un extracto de ese discurso:

“Queridos hermanos y hermanas, recuerden una cosa: el Día de Malala no es mi día. Hoy es el día de cada mujer, cada niño y cada niña que ha levantado la voz por sus derechos. Hay cientos de activistas de derechos humanos y de trabajadores sociales, que no sólo están hablando de sus derechos, sino que están luchando para lograr el objetivo de la paz, la educación y la igualdad.

“Miles de personas han sido asesinadas por los terroristas y millones han resultado heridas. Yo sólo soy una de ellas: así que aquí estoy. Aquí estoy, una niña, entre muchas otras. No hablo por mí, sino por todas las niñas y los niños. Levanto mi voz  no para gritar, sino para que quienes no tienen voz se puedan hacer oír. Aquellos que han luchado por sus derechos. Su derecho a vivir en paz. Su derecho a ser tratados con dignidad. Su derecho a la igualdad de oportunidades. Su derecho a la educación...

“Queridas hermanos y hermanos, nos damos cuenta de la importancia de la luz cuando vemos la oscuridad. Nos damos cuenta de la importancia de la voz cuando somos silenciados...”

Si la mujer cananea o sirofenicia pudiera hablarnos, si fuese invitada a una de nuestras conferencias, probablemente su discurso fuese similar al de Malala. O quizás no. Quizás por temor a aburrirnos, a que no la volvamos a invitar, o a que por la prisa nos vayamos del salón antes de ella terminar se limitaría a mandarnos un mensaje de texto que diga: “Ensancha el sitio de tu tienda...hay mucha gente que necesita entrar”.

¡Grita de júbilo, hermana, y levanta tu voz “no [tan sólo] para gritar, sino para que quienes no tienen voz se puedan hacer oír”!

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[1] Adaptado de: http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/10/131007_malala_historia_lp.shtml

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