Portada
del libro que cuenta la historia de Malala, una joven cuya vida tiene paralelos
con la historia de la mujer cananea o sirofenicia.
Reflexión
de la clausura del Encuentro Regional VII
Mujeres Hispanas Latinas Presbiterianas
Sínodo de Boriquén en Puerto Rico
Octubre 17-19, 2014 - Aguadilla
Mujeres Hispanas Latinas Presbiterianas
Sínodo de Boriquén en Puerto Rico
Octubre 17-19, 2014 - Aguadilla
Por Magdalena I.
García
Mateo
15 Reina Valera Contemporánea (RVC)
La
fe de la mujer cananea
21 Cuando Jesús salió de allí, se fue a la región de Tiro y de
Sidón.
22 De pronto salió una mujer cananea de aquella región, y a
gritos le decía: «¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! ¡A mi hija la
atormenta un demonio!»
23 Pero Jesús no le dijo una sola palabra. Entonces sus
discípulos se acercaron a él y le rogaron: «Despídela, pues viene gritando
detrás de nosotros.»
24 Él respondió: «Yo no fui enviado sino a las ovejas perdidas
de la casa de Israel.» 25 Entonces ella vino, se postró ante
él, y le dijo: «¡Señor, ayúdame!»
26 Él le dijo: «No está bien tomar el pan que es de los hijos,
y echarlo a los perritos.»
27 Ella respondió: «Cierto, Señor. Pero aun los perritos comen
de las migajas que caen de la mesa de sus amos.»
28 Entonces, Jesús le dijo: «¡Ah, mujer, tienes mucha fe! ¡Que
se haga contigo tal y como quieres!» Y desde ese mismo instante su hija quedó
sana.
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INTRODUCCIÓN
El 9 de octubre de 2012 por la
tarde, una niña de 15 años salió de la escuela como cualquier otro día y se
subió al autobús que la esperaba a la salida. El viaje era corto, un camino que
se podía hacer fácilmente a pie: había que pasar un descampado donde los niños
suelen jugar al criquet y luego bordear la rivera del río hasta llegar a la
casa.
Iba sentada, charlando con su amiga
Moniba, pensando en los exámenes que había rendido y en los que tenía aún por
delante, cuando notó algo inusual. La carretera parecía desierta.
Momentos más tarde, a unos noventa
metros de la escuela, dos hombres pararon al autobús y preguntaron quién era
Malala. Ella no se acuerda de cómo eran, pero su amiga Moniba sí, y dice que parecían
dos estudiantes universitarios.
Moniba
pensó que eran dos periodistas que querían entrevistar a su amiga famosa.
Aunque Malala escribía un blog anónimo para el Servicio Urdu de la BBC donde
hablaba de sus miedos y esperanzas de poder seguir yendo a la escuela, no
dudaba en expresar públicamente sus opiniones sobre el derecho de las mujeres a
la educación y había participado en un programa de televisión nacional en el
que habló con valentía sobre el tema.
Pero rápidamente Moniba se dio
cuenta de que se trataba de otra cosa: la mirada de Malala traslucía temor.
Los hombres comenzaron a disparar.
Las dos niñas que estaban sentadas al otro lado de Malala —Shazia Ramzan y
Kainat Riaz— también resultaron heridas. “Escuché los disparos y luego vi mucha
sangre en la cabeza de Malala”, rememora Kainat. “Cuando vi toda esa sangre sobre
Malala, me desmayé”.
Pasaron diez minutos hasta que
alguien se acercó a ayudar las niñas aterrorizadas. En ese momento, nadie se
hubiese imaginado que el Talibán podría atacar a una niña. En 2012, los peores
días del Talibán ya habían pasado en la región de Swat. “La vida seguía su
curso normal para la gente normal. Pero para quienes expresaban su opinión, era
un momento peligroso”, dice Malala.
Y ella no se quedaba callada.
El mundo reaccionó con horror. Su
padre, Ziauddin Yousafzai, se preparó para lo peor. Mientras acompañaba a su
hija en el helicóptero que la trasladaba de urgencia desde el Valle de Swat a
un hospital militar en Peshawar, le pedía a sus familiares que iniciaran los
preparativos para el funeral.
Después del incidente y de ser
hospitalizada en Peshawar primero y luego en Islamabad, Malala despertó de un
coma inducido a mediados de octubre en Birmingham, Inglaterra. “Abrí los ojos y
lo primero que vi fue que estaba en un hospital. Veía médicos, enfermeras. Le
agradecí a Dios por haberme dado una nueva vida”.
Contra todo pronóstico, su
recuperación fue asombrosa, un tributo no sólo a la calidad del cuidado que
recibió sino, según dicen los médicos, a su propia resistencia y determinación.
En menos de un año Malala se
convirtió en un fenómeno global. Tras una serie de operaciones para restituir
su capacidad auditiva en uno de sus oídos y para reconectar un nervio facial
que le devolviese el movimiento a una parte de su rostro, Malala dio un paso
crucial que demostró en qué medida había superado el incidente del autobús.
Malala celebró su 16 cumpleaños con
un discurso frente a una asamblea de jóvenes en la sede central de Naciones
Unidas en Nueva York. Allí, ante una multitud que la ovacionó de pie, dijo: “Un
niño, un maestro, un libro, un lápiz pueden cambiar el mundo”.
Y hace apenas una semana, el 10 de
octubre del 2014, Malala Yousafzai fue condecorada con el Premio Nobel de la
Paz, convirtiéndose así en la ganadora más joven de este premio.[1]
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La
lectura del evangelio de hoy también nos presenta la insólita historia de una
mujer arriesgada que reta los límites establecidos por su cultura en busca de
la protección de los más pequeños.
Al
comienzo de la narración, Jesús intenta escapar quizás en busca de un merecido
descanso tras una serie de discursos y actos de sanidad. Así que Jesús se aleja
de Galilea y se va más al norte, a la región de Tiro y Sidón, en lo que hoy en
día es el Líbano.
Tiro
y Sidón eran ciudades fenicias más allá de la frontera norte de Israel. La
gente de estas regiones adoraban dioses fenicios. Y como no eran judíos, eran
considerados paganos.
Al
entrar Jesús en Tiro y Sidón una mujer se le acerca. Marcos 7 incluye esta
misma historia y allí se nos dice que la mujer era sirofenicia, mientras que
Mateo dice que era cananea. Esta zona de Asia Occidental se conocía también
como Canaán. Quizás debido a que la audiencia de Mateo era más judía estaría
familiarizada con la enemistad entre judíos y cananitas.
La
mujer cananea se le acerca a Jesús dando gritos que no son de júbilo, sino de angustia,
debido a que su hija está enferma, “atormentada por un demonio” (según Mateo) o
poseída por “un espíritu inmundo” (según Marcos). Hoy en día sabemos, sin
embargo, que esto sólo significa que su hija estaba muy enferma, afligida por
una padecimiento desconocido para la gente del primer siglo, posiblemente algún
tipo de desorden mental.
A primera vista, esta historia
parece ser una típica narrativa de los evangelios. Jesús entra a una ciudad o
región y la multitud lo sigue. Algunos quieren oír sus historias, otros quieren
ser alimentados, y muchos quieren ser sanados. Pero al examinar más de cerca el
texto, notamos algunos aspectos inusuales.
Por ejemplo, la historia incluye cuestiones
de género. Bajo la ley judía y la cultura de Palestina en el primer siglo, las
mujeres eran ciudadanas de segunda clase. Las mujeres tenían prohibido hablar
con gente extraña o dirigirse a los hombres en público. Y hay también en la
historia matices étnico-raciales. Tal y como ya señalamos, la mujer no es judía.
Es cananea o sirofenicia; es decir, es pagana y miembro de una nación enemiga.
Entonces, ¿por qué razón una mujer extranjera
se atreve a acercarse a Jesús en público y a pedirle ayuda? Obviamente, esta
mujer está desesperada. Quizás ya no tenía a dónde acudir. Pero queda claro que
ella ha oído hablar de Jesús, que sabe de su ministerio...con TODA CLASE de
gente, que sabe de su hospitalidad...hacia
TODA CLASE de gente, que sabe de su misericordia... para con TODA CLASE de
gente.
Hagamos
una pausa aquí y pensemos en esto por un momento, porque es un aspecto
importante de la historia.
El
hecho de que la cananea—una mujer extranjera—se acercara a Jesús pidiendo ayuda
a gritos nos dice mucho sobre la popularidad y compasión de Jesús. En
contraste, el hecho de que poca gente hoy en día—mucho menos los rechazados por
la sociedad—se aparece en el umbral de un templo pidiendo ayuda a gritos dice
mucho sobre la irrelevancia y la indiferencia de la iglesia.
Esta
es una verdad difícil de escuchar, pero es parte de lo que la historia nos invita
a ponderar. ¿Por qué no está la gente agolpada en nuestra puerta pidiendo ayuda
a gritos? ¿Qué clase de reputación tiene la iglesia en nuestras comunidades, en
nuestras ciudades y en el mundo? ¿Qué hace falta para que la iglesia se
convierta un centro vital de ayuda y esperanza? ¿Qué cambios lograrían que la
gente, al mencionar la iglesia o acercarse a ella, lance gritos de júbilo?
LA
REACCIÓN DE LOS DISCÍPULOS
El
segundo aspecto de la historia que les invito a considerar es la recepción—o
más bien la falta de acogida—que la mujer recibe por parte de los discípulos.
Los
discípulos no quieren que nadie los moleste con problemas ajenos, así que le
dicen a Jesús: “Despídela,
pues viene gritando detrás de nosotros”.
Esta
respuesta en verdad no nos sorprende. Es lo mismo que los discípulos dijeron cuando
Jesús les pidió que alimentasen a la multitud: “Despide a toda esta gente”. (Mateo 6:15) Y del mismo modo los
discípulos reprendieron a quienes llevaron niños y niñas ante Jesús para que
éste los bendijera. (Mateo 19:13-15)
De
modo que por todos los rincones de los evangelios, oímos el eco de los
discípulos que dice: “Que se vayan” ...
“Despídelos” ... “Repréndelos” ... “Fuera” ... (¡Pareciera que trabajan para
el Chacal de la trompeta!)
Y
yo me pregunto, ¿acaso nosotras de vez en cuando nos sorprendemos repitiendo
estas mismas frases? ¿Cuándo las decimos? ¿A quién se las decimos? ¿De quién las
decimos? ¿Cómo las decimos? ¿Por qué las decimos? ¿Y en nombre de quién las decimos?
LA
REACCIÓN DE JESÚS
El
tercer aspecto de la historia que les invito a considerar es la reacción
mixta que la mujer recibe por parte del
mismo Jesús. ¡Esto sí que es una gran sorpresa! ¡Y es el aspecto más raro y
perturbador de la historia!
Repasemos
de nuevo la historia prestando atención a las respuestas de Jesús.
Primero, Jesús no le hace caso:
Primero, Jesús no le hace caso:
23 Pero Jesús
no le dijo una sola palabra.
Segundo, Jesús la rechaza:
24 «Yo no fui
enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.»
Tercero, Jesús la insulta:
26 «No está
bien tomar el pan que es de los hijos, y
echarlo a los perritos.»
Y finalmente, gracias a su persistencia, Jesús la acepta:
28 «¡Ah,
mujer, tienes mucha fe! ¡Que
se haga contigo tal y como quieres!»
¡Esto
parece increíble! No
estamos acostumbradas a ver esta cara tan humana de Jesús. Nos asusta ver este lado
tan oscuro de Jesús. Y, sin embargo, si Jesús fue plenamente humano, ¿por qué
habría de ser der de otro modo?
La
belleza de los Evangelios es que nos dan destellos del ministerio de Jesús y la
comunidad primitiva de sus seguidores, y nos muestran como su mentalidad estaba
libre de los dogmas que más tarde fueron adoptados por la iglesia.
Siglos
después de que estas narrativas se compartieron y escribieron, la iglesia
debatiría la naturaleza y la persona de Jesús en múltiples concilios y
establecería definiciones dogmáticas. Por ejemplo, en el Concilio de Calcedonia,
en el 451 e.c., se fijó el dogma mantenido por la Iglesia ortodoxa (la rama oriental)
y la Iglesia católica (la rama occidental) según el cual en Cristo existen dos
naturalezas, la divina y la humana, “sin separación” y “sin confusión”. Ésta es
la cristología oficial que tenemos hasta el día de hoy.
Pero
al leer los evangelios, nos damos cuenta de que todavía no estamos en la era
dogmática; todavía no hay cristología.
El
evangelio de Mateo, al menos en este instante, al menos por un momento, nos
muestra un Jesús que es plenamente humano y plenamente judío, y que está prejuiciado
en contra de las mujeres y los extranjeros.
El
evangelio de Mateo, al menos en este instante, al menos por un momento, nos
muestra un Jesús que está atrapado en la cultura de su época y que se comporta
como un patán sexista y racista.
El
evangelio de Mateo, al menos en este instante, al menos por un momento, nos
muestra un Jesús que necesita ser retado por los marginados y quien, a Dios
gracias, es sensible ante sus reclamos.
El
evangelio de Mateo, al menos en este instante, al menos por un momento, nos
muestra un Jesús que está siendo transformado, por el Espíritu Santo y por los ladridos de una perrita que no es de
raza fina, incluso a medida que él mismo predica la transformación.
De
modo que Mateo nos muestra un Jesús que está en evolución. ¡Y esto sí que es buena
noticia! ¡Eso quiere decir que hay esperanza para ti, para mi y para la
iglesia, ya que nosotras también estamos en evolución! Y por la gracia de Dios,
nuestros oídos se abren y oímos desde afuera los ladridos de la gente que quiere
que abramos la tienda...para poder gritar
de júbilo.
El
Evangelio en esta mañana nos invita a hacernos esta pregunta: ¿Por qué valen menos
unas vidas que otras? ¿Por qué valía menos la vida de la mujer cananea o sirofenicia
para la comunidad de Jesús? ¿Por qué valía menos la vida de Malala para los
talibanes?
Y
el Evangelio nos invita a considerar la respuesta que damos a las personas menospreciadas
a nuestro alrededor. Y el Evangelio nos invita a reconsiderar la respuesta que
damos a las personas marginadas a nuestro alrededor. ¿Les diremos... “que se vayan” ... “despídelos” ...
“repréndelos”...?¿O les diremos... “que
se queden” ... “que se acerquen” ... “que se sirvan” ...”
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CONLCUSIÓN
El
12 de julio de 2013, el día que cumplía 16 años, Malala Yousafzai presentó un discurso por la educación de los niños
y las niñas ante las Naciones Unidas. He aquí un extracto de ese discurso:
“Queridos
hermanos y hermanas, recuerden una cosa: el Día de Malala no es mi día. Hoy es
el día de cada mujer, cada niño y cada niña que ha levantado la voz por sus
derechos. Hay cientos de activistas de derechos humanos y de trabajadores
sociales, que no sólo están hablando de sus derechos, sino que están luchando
para lograr el objetivo de la paz, la educación y la igualdad.
“Miles
de personas han sido asesinadas por los terroristas y millones han resultado
heridas. Yo sólo soy una de ellas: así que aquí estoy. Aquí estoy, una niña,
entre muchas otras. No hablo por mí, sino por todas las niñas y los niños. Levanto
mi voz no para gritar, sino para que
quienes no tienen voz se puedan hacer oír. Aquellos que han luchado por sus
derechos. Su derecho a vivir en paz. Su derecho a ser tratados con dignidad. Su
derecho a la igualdad de oportunidades. Su derecho a la educación...
“Queridas
hermanos y hermanos, nos damos cuenta de la importancia de la luz cuando vemos
la oscuridad. Nos damos cuenta de la importancia de la voz cuando somos
silenciados...”
Si
la mujer cananea o sirofenicia pudiera hablarnos, si fuese invitada a una de
nuestras conferencias, probablemente su discurso fuese similar al de Malala. O
quizás no. Quizás por temor a aburrirnos, a que no la volvamos a invitar, o a
que por la prisa nos vayamos del salón antes de ella terminar se limitaría a mandarnos
un mensaje de texto que diga: “Ensancha
el sitio de tu tienda...hay mucha gente que necesita entrar”.
¡Grita
de júbilo, hermana, y levanta tu voz “no [tan sólo] para gritar, sino para que quienes
no tienen voz se puedan hacer oír”!
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