Sunday, March 7, 2021

“A holy place” / “Un lugar sagrado”

A reflection based on John 2:13-25

Candle lit in honor of the victims of Covid-19 at Ravenswood Presbyterian Church, in Chicago. / Vela encendida en honor de las vítimas de la Covid-19 en la Iglesia Presbiteriana Ravenswood, en Chicago.

by Magdalena I. García

A holy place, not a market place,
is what Jesus had hoped to find:
a true temple, a house of prayer,
free from the sacrifice
of cattle, sheep, and doves;
devoid of the exchange
of local coinage for tribute shekels;
lacking merchants and traders
who charged exorbitant fees;
undefiled by ambition
and the exploitation of pilgrims.


A holy place, not a market place,
is what Jesus’ followers long to find:
a true temple, a house of prayer,
a haven of peace, a spiritual retreat,
a refreshing oasis, a shelter from the storm,
a water furrow, a fertile field to bloom,
a family of seekers, a space to grow,
a warm reception, a forgiving embrace,
a welcoming table, a shared loaf,
a celebration of diversity, an inclusive community,
a loving disposition, an equitable mission.

A holy place, not a market place,
where there is no longer a need
for a whip of cords or turned tables,
because there is no enemy,
no foreigner,
no marginalized people,
and we have learned to honor God
by renouncing the evil of fragmentation
under the steeple.

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“Un lugar sagrado”


Una reflexión basada en
Juan 2:13-25

por Magdalena I. García

Un lugar sagrado, no un mercado
es lo que Jesús esperaba hallar:
un verdadero templo, una casa de oración,
libre del sacrificio
de bueyes, ovejas y palomas;
carente del intercambio
de monedas locales por shekels del tributo;
faltante de mercaderes y cambistas
que cobraban recargos exorbitantes;
incorrupto por la ambición
y la explotación de los peregrinos.

Un lugar sagrado, no un mercado,
es lo que les seguidores de Jesús anhelan hallar:
un verdadero templo, una casa de oración,
un oasis refrescante, un retiro espiritual,
un remanso de paz, un refugio del temporal,
un surco de irrigación, un terreno fértil para florecer,
una familia de buscadores, un espacio donde crecer,
una cálida recepción, un abrazo perdonador,
una mesa de acogida, un pan sustentador,
una celebración de diversidad, una comunidad inclusiva,
una disposición amorosa, una misión equitativa.

Un lugar sagrado, no un mercado,
donde no hay necesidad
de azote de cuerdas ni mesas volcadas,
porque no hay enemigo,
ni extranjero,
ni gente marginada,
y hemos aprendido a honrar a Dios
renunciando al pecado de ser
iglesia fragmentada.

© Magdalena I. García



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