Friday, September 22, 2023

Sobre el tirar la toalla...

y los privilegios de la vida ministerial


Una toalla en la lavandería de mi casa

Ayer era supuestamente mi último día de una semana de vacaciones, pero estuve atendiendo a una familia que sufrió una pérdida y planeando un servicio memorial (desde Nueva Jersey, en tránsito a Chicago, al llegar a casa...). En dicho servicio va a tocar guitarra y cantar el Anciano Gobernante Arturo del Cid, un querido hermano guatemalteco y antiguo miembro de la Iglesia Presbiteriana Ravenswood (donde sirvo como pastora), que jamás ha cobrado por sus servicios.


Y durante mis vacaciones también estuve atendiendo un pedido desde Cuba para el envío de una silla de ruedas eléctrica--en apoyo a un programa de atención a niños y jóvenes con cáncer que coordina a título personal la Dra. Marlen Rodríguez, de Remedios, provincia de Villa Clara. La silla va a ser donada por un anciano que ya no la necesita y está en Nueva York, pero hay que hacerla llegar a la Florida y luego a Cuba. Para este trámite recluté la ayuda de colegas ministeriales en Nueva Jersey: el Anciano Gobernante William Reyes, Capellán del Pueblo, y su esposa, la Rvda. Carmen Rosario, que ya han invertido horas de su tiempo en explorar la posibilidad de ofrecer ayuda.

Como decía la revista Selecciones,
“son gajes del oficio”. Es una semana típica para alguien como yo--mujer, latina, pastora única y a tiempo parcial (como si eso fuera posible) de una congregación urbana pequeña. Pero decidí contar esto porque todavía está dando que hablar el testimonio de un pastor blanco, suburbano, de clase media, de una congregación con un envidiable presupuesto y una nutrida plantilla de personal pagado, que tiró la toalla tras diez años de ministerio, alegando que estaba exhausto debido al desgaste producto de las excesivas expectativas del ministerio. (Pueden leer el artículo aquí: https://www.restorativefaith.org/post/departure-why-i-left-the-church). Y todavía están lloviendo las reacciones y los comentarios de quienes lo defienden--e incluso lo alaban--o lo acusan.

Yo, en su momento, compartí el artículo con mi propia observación, la cual sostengo: Este ministro “dice muchas cosas que, lamentablemente, son ciertas y necesitan cambio a nivel personal e institucional. Pero también pensé: A este tipo de testimonio le prestan tanta atención ahora porque lo dice un hombre blanco. Las mujeres y las minorías--que llevamos una carga mucho mayor en nuestros respectivos ministerios, generalmente en contextos de pobreza urbana--hemos estado diciendo eso y mucho más por generaciones (¡y con razón, porque las inequidades son muchas!), pero nadie nos nace caso. Es más, los mismos hombres y mujeres de raza blanca al mando (en los presbiterios y otros cuerpos eclesiásticos) nos hacen caso omiso o nos ofrecen migajas. Y también pensé que la verdadera trampa para las iglesias y sus líderes es creer que la meta del ministerio es el ‘éxito’ (sobre todo numérico), en vez de la fidelidad y el servicio al prójimo; el ser voz de la gente silenciada, el trabajar por los cambios sistémicos que produzcan mayor equidad... En fin, hay muchos temas para reflexionar aquí”.

Es innegable--y desafortunado--que cuando un hombre blanco habla se para el reloj, por esa mentalidad colonial que tenemos internalizada. Es como que siguieran desembarcando a diario en las costas de nuestra vida--incluso la eclesial--Cristóbal Colón o Hernán Cortés (tal y como señaló acertadamente Michelle Muñiz, una presbiteriana puertorriqueña muy despierta). Y, en verdad, cuando habla un hombre de cualquier raza en un grupo mixto--incluso con mayoría de mujeres presente--se para el reloj, porque así funciona el sistema patriarcal, aunque dicho hombre solo repita, amplifique o machifique lo que ya dijo antes--con más base, convicción y credibilidad--una mujer.

Pero vayamos al grano de lo que quiero añadir hoy: el ministerio es llamado, compromiso, sacrificio y también... privilegio. Tenemos el privilegio de estar presentes en momentos increíblemente felices y dolorosos de la vida del rebaño que Dios nos ha encomendado, y de enriquecernos con esas vivencias. Tenemos el privilegio de poder manejar nuestro tiempo--tal y como lo hizo Jesús--a pesar de las muchas demandas, y de apartarnos a orar y cuidarnos en medio del trajín del diario vivir. Tenemos el privilegio--en la mayoría de los casos--de cuatro semanas de vacaciones y dos de educación continuada, algo que es impensable para la clase trabajadora y para muchos profesionales. ¡Qué Dios nos dé sabiduría para administrar nuestro tiempo, fijando linderos saludables que promuevan el bienestar individual, familiar y comunitario, junto con una generosa medida de humildad para reconocer de cuántos privilegios gozamos!

© Magdalena I. García


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Thursday, September 7, 2023

“Work it out” / “Resuélvanlo”

A reflection based on Matthew 18:15-20 / Una reflexión basada en Mateo 18:15-20


Knot from a boat tied along the river in Chicago’s downtown / Nudo de un barco atado junto al río de Chicago en el centro de la ciudad

by/por Magdalena I. García

“If a fellow believer hurts you,
go and tell him [or her, or they]
—work it out between the two of you.”
[i]

Work it out.
Sounds simple enough.
But we know from experience
how difficult this is,
because it demands a lot of skills
that seem to be in short supply
in our polarized culture and church.

Work it out.
Sounds simple enough.
But here is what it might take:
the courage to approach the one who injured us,
the ability to put aside the thirst for vengeance,
the willingness to listen to uncomfortable truths,
the humility to acknowledge mistakes and blind spots,
the desire to understand another’s point of view,
the patience to seek common ground,
the commitment to pursue the greater good,
the disposition to work towards change.

Work it out.
Sounds simple enough.
But it’s not.
And the gospel reminds us
that despite our good intentions,
despite attempts at conversations,
and despite multiple interventions,
including the participation of witnesses
and community mediation,
sometimes reconciliation eludes us
because of the inability of the offender
to acknowledge any shortcoming or wrong-doing
and the entire body of Christ
suffers from the fragmentation.

But even then we must not give up nor lose hope,
knowing that far too often the offender is us,
and that God the Good Shepherd
longs for all sheep to come back to the fold
and to learn to live together in harmony
following the rule of the endless pardon
that is granted until seventy times seven.


Help us, Repairing Jesus,
to loosen the knots
[ii]
of the rigid postures and traditions
that anchor us to piers
that betray the will of God.
Encourage us, Navigating Jesus,
to dare sail with you
towards new shores
of mutual tolerance
and genuine appreciation.


%%%

“Si otro creyente te hiere,
ve y díselo
—resuelvánlo en conjunto”.
[iii]

Resuélvanlo.
Parece muy sencillo.
Pero sabemos por experiencia
cuán difícil es esto,
porque demanda muchas destrezas
que parecen escasear
en nuestra cultura e iglesia polarizadas.

Resuélvanlo.
Parece muy sencillo.
Pero he aquí lo que podría hacer falta:
el valor para acercarnos a quien nos hizo daño,
la habilidad para hacer a un lado la sed de venganza,
la disposición para escuchar verdades incómodas,
la humildad para reconocer errores y puntos ciegos,
el deseo de entender el punto de vista ajeno,
la paciencia para buscar terreno de coincidencia,
la disposición para trabajar por el cambio.

Resuélvanlo.
Parece muy sencillo.
Pero no lo es.
Y el evangelio nos recuerda
que a pesar de nuestras buenas intenciones,
a pesar de intentos de conversaciones
y a pesar de múltiples intervenciones,
incluyendo la participación de testigos
y la mediación de la comunidad,
a veces la reconciliación nos elude
debido a la incapacidad del ofensor
para reconocer cualquier falta o mala acción

y todo el cuerpo de Cristo sufre
por la fragmentación.

Pero aun así no debemos desistir o perder la esperanza,
sabiendo que con demasiada frecuencia el ofensor soy yo
y que Dios el Buen Pastor
anhela que todas las ovejas vuelvan al redil
y que aprendan a convivir en armonía
siguiendo la regla del perdón del inagotable perdón
que se otorga hasta setenta veces siete.


Ayúdanos, Jesús Reparador
a desatar los nudos
[iv]
de las rígidas posturas y tradiciones
que nos anclan en muelles
que traicionan la voluntad de Dios.
Aliéntanos, Jesús Navegador,
para atrevernos a zarpar contigo
hacia nuevas orillas
de tolerancia mutua
y genuina apreciación.


© Magdalena I. García
Permission granted for liturgical use with author credit / Se concede permiso para uso litúrgico con crédito a la autora


[i] From the translation The Message, by Eugene Peterson.

[ii] Line inspired by a reflection on this passage written by Gerardo Carlos C. Oberman.

[iii] Adaptación al español de la traducción The Message, de Eugene Peterson.

[iv] Línea inspirada por una reflexión sobre este pasaje escrita por Gerardo Carlos C. Oberman.