A reflection born out of the sadness of seeing a gifted colleague (whose compassionate presence, empowering word and evangelistic zeal our denomination desperately needs) abandon the ministerial ordination track after much frustration with this arduous and often inflexible process.
By Magdalena I. García
God shines through our darkness
and we put on the spectacles of tradition;
the Lord Jesus knocks at our door
and we turn the lock of polity;
the Holy Spirit blows through our windows
and we pull down the shades of orthodoxy.
And then we wonder why the membership roll continues to shrink,
why the per capita offering continues to decline,
and why the denomination continues to die.
They say it takes three books to make a Presbyterian:
the Bible, the Book of Confessions, and the Book of Order,
and a whole lot of motions and amendments,
decently and in order, seconded and ratified.
Well, that may be so;
due process has its place.
But it takes a lot of chaos and much courage
to roll away the stones
that allow new life to burst forth
and birth a resurrected people.
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“Sobre piedras de tropiezo y cantos rodados”
Una reflexión nacida de la tristeza de ver que una dotada colega (con una presencia compasiva, una palabra afirmadora y un celo evangelístico que nuestra denominación necesita urgentemente) abandone el camino de la ordenación ministerial tras mucha frustración con este arduo y a menudo inflexible proceso.
Dios brilla traspasando nuestra oscuridad
y nos ponemos los espejuelos de la tradición;
el Señor Jesús toca a nuestra puerta
y aplicamos el candado de la forma de gobierno;
el Espíritu Santo sopla por nuestras ventanas
y bajamos las persianas de la ortodoxia.
Y luego nos preguntamos porqué la membresía continúa encogiéndose,
y porqué la ofrenda per cápita continúa declinando,
y porqué la denominación continúa muriendo.
Dicen que hacen falta tres libros para formar un presbiteriano:
la Biblia, el Libro de Confesiones y el Libro de Orden,
y muchísimas mociones y enmiendas,
decentemente y en orden, secundadas y ratificadas.
Bueno, quizás sea cierto;
hay ocasiones para el debido procedimiento legal.
Pero hace falta mucho caos y harto coraje
para hacer rodar las piedras
que permiten que la nueva vida emerja
y de a luz un pueblo resucitado.
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