Mural on West 16th Street, in North Lawndale, a Chicago neighborhood plagued by poverty and crime, where Dr. Martin Luther King, Jr., and his family lived in 1966 as part of the Civil Rights Movement. / Mural al oeste de la calle 16, en North Lawndale, un barrio de Chicago asediado por la pobreza y el crimen, donde vivió el Dr. Martin Luther King, Jr., y su familia en 1966 como parte del Movimiento por los Derechos Civiles.
by Magdalena I. García
The abused minors approach us and say:
“If you are truly children of God,
protect our innocence and prosecute predators.”
The assaulted women approach us and say:
“If you are truly children of God,
believe our testimony and dismantle patriarchy.”
The sexual and gender minorities approach us and say:
“If you are truly children of God,
respect differences and embrace our common humanity.”
The forgotten elderly approach us and say:
“If you are truly children of God,
seek the wisdom of past generations and practice gratitude.”
The marginalized natives approach us and say:
“If you are truly children of God,
honor the land and do justice to all its inhabitants.”
The neglected communities approach us and say:
“If you are truly children of God,
reduce disparities and promote equitable development.”
The hungry multitudes approach us and say:
“If you are truly children of God,
consume less goods and share the earth’s resources.”
The impoverished masses approach us and say:
“If you are truly children of God,
support a living wage and advocate for societal welfare.”
The people of color approach us and say:
“If you are truly children of God,
disrupt the school-to-prison pipeline and invest in education.”
The persecuted immigrants approach us and say:
“If you are truly children of God,
recognize our economic vitality and value our contributions.”
The displaced refugees approach us and say:
“If you are truly children of God,
open your doors and welcome asylum-seekers.”
The wounded civilians approach us and say:
“If you are truly children of God,
seek peaceful solutions and build bridges of understanding.”
God of the wilderness and the city,
as we journey with Jesus through Lent and beyond,
may we resist the temptation to disobey your will
by acting selfishly or taking the easy way out.
God of the famished and the satisfied,
as we face the challenges of our days,
may we find the courage and the determination
to behave as your beloved children,
lest our identity be questioned.
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“Identidad cuestionada”
Una letanía basada en Mateo 4:1-11
por Magdalena I. García
Los menores abusados se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
protejan nuestro inocencia y enjuicien a los depredadores”.
Las mujeres agredidas se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
crean en nuestro testimonio y desmantelen el patriarcado”.
Las minorías sexuales y de género se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
respeten las diferencias y abracen nuestra humanidad común”.
Los ancianos olvidados se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
busquen la sabiduría de las generaciones pasadas y practiquen la gratitud”.
Los nativos marginados se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
honren la tierra y háganle justicia a todos sus habitantes”.
Las comunidades desatendidas se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
reduzcan las disparidades y promuevan el desarrollo equitativo”.
Las multitudes hambrientas se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
consuman menos bienes y compartan los recursos de la tierra”.
Las masas empobrecidas se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
apoyen un salario digno y defiendan el bienestar social”.
La personas de color se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
interrumpan el flujo de la escuela a la cárcel e inviertan en la educación”.
Los inmigrantes perseguidos se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
reconozcan nuestra vitalidad económica y valoren nuestras contribuciones”.
Los refugiados desplazados se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
abran sus puertas y den la bienvenida a quienes piden asilo”.
Los civiles heridos se acercan y nos dicen:
“Si en verdad son hijos e hijas de Dios,
busquen soluciones pacíficas y construyan puentes de entendimiento”.
Dios del desierto y de la ciudad,
al peregrinar con Jesús durante Cuaresma y más allá,
concede que resistamos la tentación de desobedecer tu voluntad
al actuar egoístamente o tomar el camino más fácil.
Dios de los hambrientos y los satisfechos,
al encarar los retos de nuestros días,
concede que hallemos el valor y la determinación
para comportarnos como tus hijas e hijos amados,
para que nuestra identidad no sea cuestionada.
© Magdalena I. García