Published on 7/28/2017 by Presbyterians Today magazine blog: One Church, Many Voices
by Magdalena I. García
Homeless people living under a viaduct along Irving Park Road on Chicago's
north side. / Gente desamparada vive debajo de un viaducto sobre la calle Irving
Park Road al norte de Chicago.
‘The kingdom of heaven is like a mustard seed that someone took and sowed in his field [...]. The kingdom of heaven is like yeast that a woman took and mixed in with three measures of flour [...].’’ – Matthew 13:31 & 33
Read the full lectionary passages here
A mustard seed, a pinch of yeast,
common elements, diminutive in size,
almost invisible to the human eye.
They are not the images we would have chosen
to speak of God’s kingdom here on earth
because they lack importance and grandeur.
However, Jesus showed us
through his life, death and resurrection
that unlike the rulers of this world
God’s ways are quiet and humble,
mysterious and unpredictable,
yet constant and relentless.
Perhaps the mustard seed and the pinch of yeast
are to serve as daily reminders
that smallness is not synonymous with powerlessness,
and that God’s realm is proclaimed
through the apparently insignificant work
that you and I do, alone and together,
to welcome, feed, shelter, defend and heal
God’s creatures in our midst and everywhere.
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“El poder de la pequeñez”
Un recurso para la liturgia dominical del 30 de julio
Publicadoel 7/28/2017 por el blog de la revista Presbyterians Today: One Church, ManyVoices
por Magdalena I. García
‘El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre sembró en su campo. [...] El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y mezcló con tres medidas de harina [...]’. – Mateo 13:31,33
Lea el pasaje aquí: Mateo 13:31-33, 44-52
Un grano de mostaza, una pizca de levadura,
elementos comunes, diminutos en tamaño,
casi invisibles para la vista humana.
No son las imágenes que habríamos escogido
para hablar del reino de Dios aquí en la tierra
porque carecen de importancia y grandeza.
Sin embargo, Jesús nos mostró
con su vida, muerte y resurrección
que a diferencia de los gobernantes de este mundo
los caminos de Dios son callados y humildes,
misteriosos e impredecibles,
pero constantes e implacables.
Quizás la semilla de mostaza y la pizca de levadura
deben servir como recordatorios diarios
de que la pequeñez no es sinónima de la impotencia,
y que el ámbito de Dios se proclama
por medio de las obras aparentemente insignificantes
que realizamos tú y yo, a solas y en conjunto,
para recibir, alimentar, albergar, defender y sanar
a las criaturas de Dios en medio nuestro y en todo lugar.
© Magdalena I. García