Close up of a sculpture in my neighbor’s yard, which depicts a sad woman
carrying a jar. / Primer plano de una escultura en el patio de mi vecina, que muestra una triste mujer cargando un cántaro.
by Magdalena I. García
She went to the well at noon…alone,
she did her daily chores…alone,
and she spent many hours…alone.
She endured the looks…alone,
she contemplated her sadness…alone,
and she cried over her misfortunes…alone.
But one day something incredible happened:
When she went to the well to get water
she discovered that she wasn’t…alone.
A foreign man spoke to her
and requested water to drink from her,
the one everyone ignored and left…alone.
And suddenly the invisible woman,
the one whose eye contact everyone avoided
knew that she was no longer…alone.
And that stranger offered her
the living water of companionship
so she would never again be…alone.
And they talked for a long while
about beliefs and practices that divide humans
and make people feel…alone.
And that prophet told her that God
created us to live in community
and does not want anyone to be…alone.
And she went back to the city
and told all her neighbors
that she was no longer…alone.
And from then on she announced
that God is worshiped in spirit and truth
when nobody is left…alone.
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“Sola”
Un poema narrativo basado en Juan 4:5-42
por Magdalena I. García
Ella iba al pozo al mediodía…sola,
hacía sus tareas cotidianas…sola,
y se pasaba largas horas…sola.
Soportaba las miradas…sola,
meditaba sus tristezas…sola,
y lloraba su desdicha…sola.
Pero un día sucedió algo increíble:
Cuando fue al pozo a sacar agua
descubrió que no estaba…sola.
Un hombre extranjero le habló
y le pidió de beber a ella,
la que rehuían y dejaban…sola.
Y de repente la mujer invisible,
la que todos y todas miraban de reojo,
supo que ya no estaba…sola.
Y aquel forastero le ofreció
el agua viva del acompañamiento
para que jamás volviese a estar…sola.
Y conversaron largo rato
sobre creencias y prácticas que dividen la humanidad
y que hacen que la gente se sienta…sola.
Y aquel profeta le dijo que Dios
nos creó para vivir en comunidad
y no quiere que la gente esté…sola.
Y entonces ella volvió a la ciudad
y le contó a todos sus vecinos
que ya no estaba…sola.
Y a partir de ese momento anunció
que a Dios se le adora en espíritu y en verdad
cuando no se deja a la gente…sola.
© Magdalena I. García