A Revised Common Lectionary resource for July 1
Published
on 6/26/2018 by Presbyterians Today magazine blog: One Church, Many Voices
by Magdalena I. García
Read the full lectionary passage here
Twelve years bleeding non-stop.
Twelve years loosing her strength.
Twelve years consulting physicians.
Twelve years squandering resources.
Twelve years without improvement.
Twelve years enduring shame.
Until she heard about Jesus,
the healer whose compassion
was broader than his cloak,
and despite the fear of rejection
she stretched out her hand in faith
and experienced a healing touch.
God of the sick and the untouchables,
God of the marginalized and the dispossessed,
free our minds from all prejudice,
soften our hearts of stone,
so that in your name we might extend
a cloak of welcome and healing
to all your sons and daughters who are bleeding
on our streets, on our borders,
and even on our church’s doorstep.
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Un recurso para la liturgia dominical del 1 de julio
Publicado el 6/26/2018 por el blog de la revista Presbyterians Today: One Church, Many Voices
por Magdalena I. García
Lea el pasaje completo aquí
Doce años desangrándose.
Doce años debilitándose.
Doce años consultando médicos.
Doce años malgastando recursos.
Doce años sin mejorar su condición.
Doce años soportando la humillación.
Hasta que oyó hablar de Jesús,
el sanador cuya compasión
era más amplia que su túnica,
y a pesar del miedo al rechazo
ella extendió su mano por fe
y experimentó un toque sanador.
Dios de los enfermos y las intocables,
Dios de los marginados y las desposeídas,
libera nuestras mentes de todo prejuicio,
ablanda nuestros corazones de piedra,
para que en tu nombre podamos extender
un manto de bienvenida y sanidad
a todos tus hijos e hijas que sangran
en nuestras calles, en nuestras fronteras,
e incluso en el umbral del templo.
© Magdalena I. García
by Magdalena I. García
Sidewalk memorial in the Little Village neighborhood, on the Southwest side of
Chicago, for a two-year old boy who bled to death after being wounded by his
own father. / Memorial en la acera en el vecindario de La Villita, en el suroeste
de Chicago, para un niño de dos años que se desangró tras ser herido por su
propio padre.
She had heard about Jesus, and came up behind him in the crowd and touched his cloak, for she said, "If I but touch his clothes, I will be made well." – Mark 5:27-28
Read the full lectionary passage here
Twelve years bleeding non-stop.
Twelve years loosing her strength.
Twelve years consulting physicians.
Twelve years squandering resources.
Twelve years without improvement.
Twelve years enduring shame.
Until she heard about Jesus,
the healer whose compassion
was broader than his cloak,
and despite the fear of rejection
she stretched out her hand in faith
and experienced a healing touch.
God of the sick and the untouchables,
God of the marginalized and the dispossessed,
free our minds from all prejudice,
soften our hearts of stone,
so that in your name we might extend
a cloak of welcome and healing
to all your sons and daughters who are bleeding
on our streets, on our borders,
and even on our church’s doorstep.
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“Sangrando en el umbral”
Un recurso para la liturgia dominical del 1 de julio
Publicado el 6/26/2018 por el blog de la revista Presbyterians Today: One Church, Many Voices
por Magdalena I. García
Allí estaba una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, pero que lejos de mejorar había gastado todo lo que tenía, sin ningún resultado. – Marcos 5:25-26
Lea el pasaje completo aquí
Doce años desangrándose.
Doce años debilitándose.
Doce años consultando médicos.
Doce años malgastando recursos.
Doce años sin mejorar su condición.
Doce años soportando la humillación.
Hasta que oyó hablar de Jesús,
el sanador cuya compasión
era más amplia que su túnica,
y a pesar del miedo al rechazo
ella extendió su mano por fe
y experimentó un toque sanador.
Dios de los enfermos y las intocables,
Dios de los marginados y las desposeídas,
libera nuestras mentes de todo prejuicio,
ablanda nuestros corazones de piedra,
para que en tu nombre podamos extender
un manto de bienvenida y sanidad
a todos tus hijos e hijas que sangran
en nuestras calles, en nuestras fronteras,
e incluso en el umbral del templo.
© Magdalena I. García