Monday, September 6, 2010
“Expectations”
At the central market in Puyo, Pastaza Province, Ecuador.
Reflection on the challenges and insights of travel.
By Magdalena I. García
Coming from the North
we travel with heavy baggage
including all sorts
of sanitary expectations:
like flowing water,
warm showers
and flushing toilets.
Yet in much of the South
these are not guaranties,
but luxuries reserved
for the lucky few
who have access to monetary wealth.
No wonder we’re often exhausted
by the time we get to the breakfast table,
as if we had been defeated in a major battle
with the rain gods,
and the plumbing angels.
And we struggle to understand
why the natives wake up so content,
pouring out warm conversation
over a cup of instant coffee
and a piece of stale bread.
Coming from the South
they travel with lighter baggage,
including all sorts
of relational expectations:
like running patience,
warm embraces,
and flushing smiles.
Yet in much of the North
these are not guaranties,
but luxuries reserved
for the lucky few
who have access
to affectionate wealth.
No wonder they are often energized
by the time they get to the breakfast table,
as if they had been victors in a major battle
with the kissing gods
and the smiling angels.
And they struggle to understand
why the foreigners wake up so overwhelmed,
pouring out long silences
over a cup of aromatic tea
and a piece of exotic fruit.
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“Expectativas”
Por Magdalena I. García
Reflexión sobre los retos y las lecciones de los viajes.
Los que venimos del Norte
viajamos con equipaje pesado
incluyendo todo tipo
de expectativas sanitarias:
como agua abundante,
duchas tibias
e inodoros que descarguen.
Sin embargo, en la mayor parte del Sur
éstas no son garantías,
sino lujos reservados
para los pocos afortunados
que tienen acceso
a la riqueza monetaria.
Con razón que a menudo estamos exhaustos
al presentarnos a la mesa del desayuno,
como si hubiésemos sido derrotados
en una batalla campal
con los dioses de la lluvia
y los ángeles de la plomería.
Y nos cuesta entender
por qué los nativos se despiertan tan contentos,
derramando cálida conversación
con una taza de café instantáneo
y un pedazo de pan viejo.
Los que vienen del Sur
viajan con equipaje ligero,
incluyendo todo tipo
de expectativas relacionales:
como paciencia abundante,
cálidos abrazos
y sonrisas sonrojantes.
Sin embargo, en la mayor parte del Norte
éstas no son garantías,
sino lujos reservados
para los pocos afortunados
que tienen acceso
a la riqueza afectiva.
Con razón que a menudo
muestran tanta energía
al presentarse a la mesa del desayuno,
como si hubieran salido victoriosos
en una batalla campal
con los dioses de los besos
y los ángeles de las sonrisas.
Y les cuesta entender
por qué los extranjeros
se despiertan tan abrumados,
derramando largos silencios
con una taza de té aromática
y un trozo de fruta exótica.
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Sunday, September 5, 2010
“Going Home”
Packing bags for a trip to Ecuador in August 2010.
Reflection on a trip to Ecuador, the birthplace of my husband and son.
By Magdalena I. García
We made reservations
and stuffed the bags,
with highly-desirable US brands,
feeling the excitement of looking ahead
to family reunions and tasty dishes.
We were going home.
Or so we thought.
So why is it that just two weeks later
we’re anxious to take off?
We confirmed reservations
and packed the bags,
with beautifully-woven Ecuadorian crafts,
feeling the sadness of leaving behind
the majestic Andes and warm embraces.
We are going home.
Or so we think.
Does the journey—and the longing—for home
ever stop?
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“Camino a casa”
Por Magdalena I. García
Reflexión sobre un viaje a Ecuador, lugar de nacimiento de mi esposo y mi hijo.
Hicimos reservaciones
y rellenamos las maletas,
con codiciadas marcas americanas,
sintiendo la emoción y la anticipación
de reuniones familiares y deliciosos platillos.
Íbamos camino a casa.
O al menos eso creíamos.
¿Entonces por qué será que sólo dos semanas más tarde
estamos ansiosos por despegar?
Confirmamos reservaciones
y empacamos las maletas,
con artesanías ecuatorianas bellamente tejidas,
sintiendo la tristeza de dejar atrás
los majestuosos Andes y cálidos abrazos.
Vamos camino a casa.
O al menos eso pensamos.
¿Será que el peregrinaje—y el anhelo—por volver a casa
cesan alguna vez?
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