Thursday, January 9, 2025

“Silence! Be still!” / “¡Silencio! ¡Cálmense!”

A prayer in response to the Los Angeles fires based on Mark 4:35-41 / Una oración en respuesta a los incendios de Los Ángeles basada en Marcos 4:35-41


View of the Pacific Ocean from the cliffs outside Santa Monica, California / Vista del océano Pacífico desde los acantilados a las afueras de Santa Mónica, California

First-Responder Jesus,
you who stopped the winds and calmed the waves
on the Lake of Galilee,
rebuke the winds of Santa Ana
that threaten the life of Angelenos,
and appease our fears.
We want to hear you say once again:
“Silence! Be still!”

Drowsy Jesus,
you who rested at the back of the boat
as high waves filled it with water,
rebuke the naivety of residents
who refuse to evacuate on time,
and appease our fears.
We want to hear you say once again:
“Silence! Be still!”


Empowered Jesus,
you who confronted destructive forces
and stopped them to protect life,
rebuke the unscrupulous politicians
who add wood to the fire with ill-intended criticism,
and appease our fears.
We want to hear you say once again:
“Silence! Be still!”


Enlightened Jesus,
you who talked about the signs of the times
and taught us to learn from the fig tree,
rebuke the deniers of climate change
that is causing the destruction of our planet,
and appease our fears.
We want to hear you say once again:
“Silence! Be still!”


Companion Jesus,
you who are at our side
when the winds blow,
the waves flood
and the flames raze,
appease our fears,
hear our cries,
calm our anxiety,
silence our criticism,
and awaken our conscience.
Grant that despite all adversity
we might be able to trust in your mercy
and to join hands with those working
for the well-being of all people
and the healing of the earth.

%%%

Jesús Socorrista,
tú que detuviste el viento y calmaste las olas
en el mar de Galilea,
reprende los vientos de Santa Ana
que amenazan la vida de los angelinos,
y apacigua nuestros temores.
Queremos oírte decir nuevamente:
“¡Silencio! ¡Cálmense!”

Jesús Somnoliento,
tú que descansabas en la parte posterior de la barca
mientras que olas violentas la inundaban,
reprende la ingenuidad de los habitantes
que rehúsan evacuar a tiempo,
y apacigua nuestros temores.
Queremos oírte decir nuevamente:
“¡Silencio! ¡Cálmense!”


Jesús Empoderado,
tú que enfrentaste las fuerzas destructivas
y las detuviste para proteger la vida,
reprende a los políticos inescrupulosos
que añaden leña al fuego con críticas malintencionadas,
y apacigua nuestros temores.
Queremos oírte decir nuevamente:
“¡Silencio! ¡Cálmense!”


Jesús Iluminado,
tú que nos hablaste de las señales de los tiempos
y nos enseñaste a aprender de la higuera,
reprende a los negacionistas del cambio climático
que está causando la destrucción del planeta,
y apacigua nuestros temores.
Queremos oírte decir nuevamente:
“¡Silencio! ¡Cálmense!”


Jesús Compañero,
tú que estás a nuestro lado
cuando los vientos soplan,
las olas inundan y las llamas arrasan,
oye nuestro clamor,
apacigua nuestros temores,
calma nuestra ansiedad,
silencia nuestras críticas
y despierta nuestra conciencia.

Concede que a pesar de la adversidad
podamos confiar en tu bondad
y unir nuestras manos a las de quienes trabajan
por el bienestar de todos los pueblos
y la sanidad de la tierra.


© Magdalena I. García
Permission granted for liturgical use with author credit / Se concede permiso para uso litúrgico con crédito a la autora


Monday, January 6, 2025

“Llegamos primero”

Décimas para rellenar los huecos que deja la narrativa de Mateo 2:1-12


Mujeres lavando ropa. Imagen de Pixabay

Amanece el seis de enero
y me levanté pensando
si hubo hembras cabalgando,
guiadas por el lucero.
Creo que llegamos primero
y lavamos los pañales,
sacamos los animales
del establo maloliente,
realizando sabiamente
las tareas esenciales.

Mientras tanto los varones
se fueron a Jerusalén
y llegaron tarde a Belén
con muchas explicaciones.
Escuchamos sus razones,
pero jamás admitieron
que perdidos estuvieron,
y para colmo de males
no estamos en los anales:
hombres la historia escribieron.

© Magdalena I. García